“Somos hombres de frontera, dispuestos a estar en aquellos lugares donde hay situaciones de injusticia, donde otros no pueden o no quieren estar, donde se puede hacer un bien más universal. Somos pobres y letrados, y queremos responder a las necesidades de nuestro mundo, al desafío de la cruz”.
San Ignacio de Loyola
[two_first] En 1521 Iñigo López Sánchez, caballero que estuvo al servicio de los reyes Carlos I de España y V de Alemania cayó herido por una bala de cañón cuando defendía la fortaleza de Pamplona. Fracturado de una pierna fue llevado al castillo de su familia, durante su recuperación al no encontrar libros de caballería se dedicó a leer la vida de Cristo y la vida de los santos, las reflexiones a estas lecturas causarían un cambio drástico en su existencia.[/two_first][two_second]
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A más de 500 años de su nacimiento, la figura y la obra de Ignacio de Loyola ha sido y sigue siendo determinante en la historia de la iglesia católica.
Los Compañeros de Jesús
Fundados por San Ignacio de Loyola en 1540, los Compañeros de Jesús, conocidos como Jesuitas surgieron de entre un grupo de universitarios en París. Su voto especial de lealtad al sumo pontífice y la rigurosa disciplina que siguen sus miembros hizo de los jesuitas, una orden calificada para ser la punta de lanza en el proyecto de la Reforma católica, con el objetivo de recuperar el terreno perdido ante la crisis ocasionada por Martin Lutero.
La Nueva España
La llegada de los Jesuitas a la Nueva España en 1572, fue un suceso trascendente para la vida religiosa, intelectual y social de la colonia, y posteriormente de la historia de México.
Inicialmente se dedicaron a establecer colegios y seminarios en la Ciudad de México, Puebla, Guadalajara, Oaxaca y Valladolid, lo que hace manifiesta sin lugar a duda, una de las vocaciones primordiales del instituto ignaciano: la educación. No obstante, la orden asumió también como objetivo importante en el Nuevo Mundo, procurar la salvación de los indios mediante la acción evangelizadora directa, ya que la mayoría de los misioneros estaban convencidos de la idea de ser conquistadores de una manera distinta, en la forma y en el fondo, además, su método de conquista espiritual era mas eficiente y perdurable que a través del uso totalmente militar.
[two_first] No obstante, fue hasta 1589 que Rodrigo del Río de Loza gobernador de la Nueva Vizcaya, abrió el camino para que los jesuitas iniciaran con su empresa de conversión, solicitó a los dignatarios superiores de la Compañía de Jesús de la Nueva España, operarios para hacer posible la evangelización de los naturales que habitaban las zonas fronterizas de su gobernación.[/two_first][two_second]
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Dos años más tarde, con la llegada de los padres Tapia y Pérez a Sinaloa se inicia la misión jesuítica en el noroeste de la provincia mexicana.
Después de un largo siglo de trabajo con la constancia, sabiduría y disciplina que caracteriza a la orden, el sistema misional jesuítico del noroeste novohispano había logrado la fundación y funcionamiento de más de cuarenta misiones y alrededor de setenta pueblos de visita que se extendían desde el Río Santa Cruz en el actual Estado de Arizona hasta el Río Mocorito en Sinaloa, además de lograr la hazaña de llegar a varias partes de la Sierra Madre. Sin embargo, no estaban conformes.
La California Jesuita
Según el Dr. Ignacio del Rio Chávez, en la introducción a su libro “El régimen jesuítico de la Antigua California”, cita:
[two_first]“Cabría hablar en este caso, como en el de otros varios de la América colonial, de una colonización misional, con lo que estaríamos indicando, por una parte, que el sistema de misiones fue allí el medio institucional a través del cual se llevó a efecto la ocupación colonial de las tierras peninsulares y, por otra, que el establecimiento y la subsistencia de misiones fue el objetivo manifiesto y, de hecho, exclusivo de ese proceso de colonización, al menos dentro del programa de los padres jesuitas.”
La obra misional californiana de los Jesuitas comenzó en 1697 y terminó en 1767, participaron en total alrededor de cincuenta religiosos, de los cuales doce terminaron sus vidas en la Antigua California.
En el palacio de El Pardo España, el 27 de febrero de 1767, el rey Carlos III decretó la orden de la expulsión general de los regulares de la Compañía de Jesús. Este decreto fue puesto en ejecución en el virreinato de la Nueva España a partir del 25 de junio del mismo año. Se les acusaba de un enriquecimiento desmedido con la fundación de las misiones, no obstante, fueron causas políticas las que originaron este desenlace de la Compañía de Jesús en la Nueva España.
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