Cristina Rodríguez
Cristina Rodríguez recuerda con entusiasmo cómo comenzó el desarrollo agrícola en Baja California Sur gracias a la visión del general Agustín Olachea. Su familia siempre ha sentido orgullo por este legado.
Todo inició cuando su padre fue invitado por el general Agustín Olachea a conocer el territorio y evaluar la instalación de un sistema de aviación que permitiera exportar productos agrícolas. Fue en ese momento que su padre, Abelardo Rodriguez Montijo, se fascinó con la región, con su potencial y con la idea de transformar aquel lugar aún poco explorado en un centro productivo.

Cristina cuenta que su padre Abelardo Rodríguez, al principio dudó de la propuesta del general Olachea. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que se enamorara del proyecto y del lugar. Pronto empezaron a trazar las primeras pistas y a organizar los vuelos para transportar productos frescos hacia California. Al recordar aquellos días, Cristina rememora con una sonrisa: “Aquí no hay nada que no crezca. El problema es cómo detenerlo”, decía su padre, maravillado por la fertilidad del valle. La iniciativa no solo impulsó la agricultura, sino que también sentó las bases de la economía del Estado, gracias a los estímulos fiscales y al apoyo de gobernantes visionarios.
El alcance del general Olachea no se limitó a los campos. Su impulso a la educación y la creación de internados rurales marcaron otro de sus grandes legados, ofreciendo oportunidades a jóvenes de zonas alejadas. Cristina subraya la importancia de esta visión: “Mi abuelo nunca pasó del cuarto grado, pero para él la educación era lo más valioso que un gobierno podía ofrecer a sus ciudadanos”. Esa filosofía educativa se combinaba con su mirada económica, promoviendo la colonización y el desarrollo del Valle de Santo Domingo y otras áreas que antes estaban casi desiertas.
Cristina también destaca cómo la visión del general Olachea influyó en la hotelería y la infraestructura turística, anticipándose a necesidades futuras. “Fue un visionario increíble que amó su tierra y convirtió un desierto en un área increíblemente productiva”, comenta, admirada. Gracias a su liderazgo y al esfuerzo de quienes lo acompañaron, zonas como el Valle de Santo Domingo se transformaron en centros agrícolas de alto rendimiento, con productos como el espárrago que se han convertido en orgullo local y ejemplo de cómo la visión de unos pocos puede cambiar un territorio.
La historia del general Agustín Olachea sigue viva en las familias, los campos y la educación, recordando que la mixtura de visión, pasión y acción puede dejar una huella imborrable por generaciones.