Una historia de imaginación y realidad
Una mañana de verano, en un paraje llamado Piedras Pintas, colindante a la población de Mulegé en la zona montañosa de la Sierra de Guadalupe, un grupo de hombres de origen californiano, anterior a esta era, se disponía a salir en busca de alimentos.
Guayaquil, el líder de los jóvenes, estaba a punto de abandonar el campamento. Se encontraba terminando un petroglifo con la figura de una mantarraya que dos días antes había capturado en las aguas del Mar de Cortés, cerca de la bocana a las aguas dulces que ellos bautizaron como el Oasis de Mulegé.
Guayaquil sintió que alguien se aproximaba, y dejó de trabajar la piedra. Era el anciano mayor de la tribu. – ¿Makenamba (Padre) Malú cómo está usted en este día?
Bien hijo Guayaquil – respondió Malú – feliz de observar que este territorio es un orgullo para la tribu, mis makenambas caminaron también por estas tierras. Recuerdo que, siendo niño, ya había muchas piedras con figuras sobre las cosas importantes de la vida.
El padre Malú le dice a Guayaquil: – ¿ves esa kotajua (piedra tallada), la más alta, la que se encuentra a un costado del torote (típico árbol del desierto)? – ¡Si padre!
“Esa es una de las que más admiro, esa la talló mi abuelo. En la posición que se encuentra la montaña es posible verlo desde la falda del cerro, siendo pequeño, nos sentábamos por la tarde al ocultarse el ibungajua (sol). Allí recibíamos la sombra y es de los últimos que toca el sol. Ese grabado significa la relación de nuestro grupo con la naturaleza, en ella se representa al hombre transformado en un cardón, el hombre cardón”.
-Makenamba Malu-, dice Guayaquil – el año pasado, que regresamos de la Sierra de San Francisquito por el Cañón de Santa Martha, en las cuevas de Palmarito, contiguo al gran Oasis de San Ignacio observamos a un chamán de una tribu que retocaba una pintura de un hombre cardón, pero estaba pintado a la mitad con dos colores, ¿por qué?
“Hijo, los cardones son los custodios de la naturaleza, los dueños absolutos del lugar que habitan, para nosotros significan eso. El cardón es el árbol de la sequedad, ayuda al hombre pues todo su interior es un depósito de agua. Sus espinas vuelcan gotas nocturnas que absorben las raíces. Los cardones tienen mucho de humanos, es por ello son inspiración”.
“Los cactus son guerreros de mi tierra
que toman por asalto las laderas…
El cardón oteando el horizonte
que dibuja el crepúsculo del cielo
desgrana lanza rotas en el suelo
mientras vigila la quietud del monte”
Néstor Agúndez Martínez, 1925
Makenamba Malú continúa –“Mis antepasados han expresado diversas posturas sobre el hombre cardón, pero al final Guayaquil, los colores representan al ejército de cardones que son los que protegen mares y montañas. El arte se asocia a las creencias, incorpora la cacería, la magia, la renovación de la vida y una profunda visión del mundo.
[two_first]Cerca de aquí, en Piedras Pintas se encuentra La Trinidad; sobre el cauce de un arroyo hay una riqueza arte rupestre, no es conocido por todos nosotros, sin embargo, en esos parajes también se encuentran vestigios de nuestros antepasados.
Por otro lado, Guayaquil, más al norte se encuentra la Cueva de San Borjita. ¡Maravillosa! San Borjita es una cueva de esta gran tierra perfumada. Con infinidad de pinturas y petrograbados que nos muestran diversos ritos sobre la fertilidad, venados, hombres cazando y diversos animales. Sin duda, son las más antiguas de la región. Aproximadamente 7500 años de antigüedad; es decir fueron hechas alrededor del año 5400 A.C.
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En fin, hijo, los vestigios artísticos están asociados a nuestros credos, incorporan la caza, la magia, el hechizo o el encanto, la transformación de la vida y una profunda perspectiva del mundo.
Esta tierra perfumada contiene enormes misterios y arte que manifiesta una realidad vivida. Es producto de fidelidad absoluta al mundo de los sentidos. Te espero en la próxima luna, en la Kotajua del hombre cardón cuando el Ibunguaja tenga las últimas horas de luz”.
El lugar donde tuvo lugar esta historia se encuentra en la parte norte del Estado de Baja California Sur, en la Sierra de Guadalupe, a pocos kilómetros de Mulegé. Los sitios de arte rupestre son una realidad que todo explorador puede descubrir en esta Tierra Perfumada que contiene enormes secretos.
La Sierra de Guadalupe y en especial: Piedras Pintas, La Trinidad y La Cueva de San Borjita, son espacios ideales para alimentar el espíritu. Si decide sumergirse en un tesoro de historias puede inspirarse leyendo: El otro México de Fernando Jordán, Carretera transpeninsular de Ulises Irigoyen; o algún libro de Stanley Gardner, Baegert, Steinbeck o Clavijero; exploradores audaces quienes han contribuido a la formación del mito de sudcalifornia.
Por otro lado, escritores sudcalifornianos como Jesús Castro Agúndez en su libro, Patria Chica (1957), Pablo L. Martínez con Historia de Baja California Sur (1956), ayudarán a descubrir los espléndidos lugares de esta encantadora Tierra Perfumada.