En México vivimos un frenesí de buen diseño. No es casualidad que nuestro país fue elegido “Capital mundial del diseño 2018”. Aunque Los Cabos ha sido tradicionalmente conocido por tener una fantástica oferta culinaria, es relativamente reciente el tsunami de restaurantes con una gran calidad en arquitectura y diseño interior que han emergido localmente. El objetivo de todos ellos es simple: combinar menú y experiencia, una especie de simbiosis entre platillo y espacio.
Las firmas de diseño nos encargamos de estudiar estas emociones para concebir espacios que regalan recorridos dramáticos y a la vez poéticos. Por ejemplo, en una fresca noche de invierno es fantástico recorrer un serpenteante camino de luces de velas, mientras las texturas y colores de los árboles, maderas, y piedras se difuminan en el atardecer del Mar de Cortés en Comal, Chileno Bay.
Pensemos también en “The dining experience” diseñada con Frederic Vidal para El Restaurante de Las Ventanas al Paraíso. Ahí cada objeto, color, luz y comida está pensado no sólo para armonizar entre ellos, sino también para trascender la cena y ofrecer a los huéspedes un sutil viaje a través de la historia, las culturas, y las vibrantes tradiciones mexicanas.
El Chef Alex Atala del restaurant DOM en São Paulo, define el lujo como “La capacidad humana de transformar algo en emociones”. Si esto es cierto, entonces el verdadero lujo está definido por el alma que los espacios cargan en sí mismos y el tiempo para disfrutarlos. Estos centros gastronómicos han logrado desarrollar un concepto que fusiona en una sola entrega todos nuestros sentidos.