Los seres humanos estamos en constante evolución. El contexto en el que nos desarrollamos nos obliga a adaptarnos a nuevas condicionantes que impactan en la manera en que vivimos. Los avances tecnológicos e informáticos satisfacen nuestras necesidades, nos permiten optimar las actividades diarias de forma más simple y nos ofrecen el mundo entero en la palma de la mano con sus actualizaciones segundo a segundo. Estamos interconectados entre nosotros mismos y también con los más novedosos gadgets; podemos controlar electrodomésticos de forma simultánea para tener el café listo, agua caliente en la regadera, música ambiental de acuerdo con nuestro humor e incluso publicar una selfie antes de salir a trabajar un lunes por la mañana.
Uno de los sectores que mayor impacto ha tenido en esta transformación es el turismo.
Hace pocos años, recuerdo la visita a un agente de viajes para planear unas vacaciones y seleccionar un hotel o una experiencia de entre un puñado de trípticos apilados con pequeñas fotografías que resultaban insuficientes y un poco engañosas. Ahora, podemos ver instantáneamente fotografías genuinas de viajeros y valoraciones de usuarios en tiempo real. Con la ayuda de aplicaciones que evalúan la afinidad personal y las elecciones de concordancia de acuerdo con nuestro estilo de vida, podemos decidir qué tipo de viaje sería el mejor.
Ante esta realidad, visitar la Torre Eiffel en París o conocer las pinturas de Renoir en el MET de Nueva York comienza a perder sentido. La tecnología facilita imágenes de alta definición y modelos tridimensionales de una obra de arte sin largas filas, ni fallidos intentos de capturar una foto, junto a cientos de personas.
[two_first]El turismo más que nunca, se centra en la experiencia. Exponernos a momentos únicos que comunican y transmiten sensaciones que sólo se aprecian con todos los sentidos atentos, sin distracciones, erizándonos la piel y generando vínculos emotivos que no se pueden comunicar a través de una imagen, sino que nos obligan a poseer experiencias fuera de una pantalla.
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Detrás de un gran muro de ónix, como una sorpresa que no esperarías, te recibe un largo pasillo de mármol y madera oscura enmarcando la vista al tranquilo Mar de Cortés. El suave aire de la tarde te acaricia el rostro y aún con el fuerte calor y humedad veraniega de Los Cabos, sientes la frescura entrar a tu cuerpo. Después de varios pasos, el camino se termina con un espejo de agua y al buscar un nuevo sendero, te obligas a mirar el atardecer detrás de los cactus y las palmeras, con un cielo morado y naranja tratando de sobrevivir los últimos rayos de sol. Tu paso, calmado, rodeado de colas de zorro que se mueven con el poco viento de la tarde, te llevan hacia unas escaleras que siguen viendo al mar en un ambiente sobrio y monocromático. Has llegado a tu destino; un patio acogedor te recibe con un sonido muy delicado de agua moviéndose alrededor de un árbol majestuoso…
Quienes conocen Café Des Artistes del JW Marriot Los Cabos Beach Resort & Spa, que además es uno de los restaurantes reconocidos en Culinary Awards 2019, evocaron la experiencia incomparable de caminar desde el acceso del hotel hacia el restaurante a través del párrafo anterior. No se necesitan imágenes, porque fácilmente podemos encontrarlas, se trata de vivir la experiencia y hacerla nuestra, ser parte del arte que se genera frente a nosotros jugando con todos nuestros sentidos. El sabor de los platillos y bebidas, las texturas de los alimentos y la arquitectura, los colores del paisaje, los sonidos de la naturaleza, de forma conjunta crean vivencias irrepetibles.
Y al igual que JW Marriot, hay muchos otros establecimientos que han decidido romper el molde de lo tradicional y lo ordinario.
Recorrer los pasillos de Solaz, a Luxury Collection Resort hacia las habitaciones es un mundo de sensaciones. Las áreas están cubiertas de vegetación endémica con colores, texturas y olores que cambian durante todo el año manteniendo siempre la vista al mar. Sorpresivamente, se tomó una decisión que de otro modo parecería impensable: ocultar la arquitectura. Como si esto no fuera suficiente, no sólo se preocuparon por romper esquemas en la manera como vivimos los espacios, sino que implementaron alternativas como el Gabinete del Barco, un museo al interior del hotel que nos presenta la historia de Baja California Sur con una curaduría maravillosa y colgando del plafón, el esqueleto de una ballena. ¿Sorprendente?
Necesitaría más páginas para seguir contándote sobre las experiencias en Los Cabos, un destino que cambia día a día con lo mejor del México tradicional y el mundo contemporáneo. ¡Dejemos las pantallas a un lado y redescubrámoslo!
Revista Completa: http://bit.ly/TravesiaEntreDosMares-T44