Si fuera un nativo sudcaliforniano

Si fuera un nativo sudcaliforniano disfrutaría de la naturaleza que nos ha dado este oasis, preservaría los caminos y veredas que conducen por la península. Conservaría el estilo de vida en ese estado natural, donde el ambiente desértico sería mi hábitat, imploraría a mis dioses que no es necesario la conquista espiritual, y que esa obra tan majestuosa para otros, no lo es para nuestra raza.

Suplicaría a los dioses que consideren el estilo de vida original y que la precariedad e inferioridad que pregonan no es así, puesto que somos una cultura que ha ocupado prácticamente todo el territorio peninsular e inclusive, somos tan aventureros que somos un ejemplo de cómo los seres humanos pueden existir en un entorno bastante hostil.

Nuestro estilo de vida se apropió del recurso natural y del conocimiento que emanaba. Cuando hablan de que fuimos cazadores-recolectores que pasamos por tiempos milenarios y que fuimos nómadas, esto se debió a las complejas situaciones de esta tierra perfumada. No somos una forma de vida de tiempos pasados, ya que todavía existimos, y el carácter indómito perdura en los genes de los pobladores. Esta zona denominada desierto sudcaliforniano – término más poético – tiene una gran riqueza biológica y una gran diversidad de flora y fauna.

Si fuera un nativo sudcaliforniano, sin duda, deambularía por sierras y montañas, expresaría mis emociones en los paredones y cuevas del desierto tan suigéneris, admiraría el salto del venado y los arreboles en la inmensidad peninsular.

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