Cristina Rodríguez Por Socorro García

Persistencia y Amor

Cristina Rodríguez Bremer y Soco García Domínguez se conocían, y quedará de manifiesto en el fluir del encuentro en el icónico restaurante Bar Esquina, en Cabo San Lucas. La entrevista previamente pautada, devino en conversación de amigas que hace mucho no se ven o, tal vez, que se juntan a repasar la historia y darle vida a algún recuerdo.

Hace aproximadamente 15 años, cuando Tendencia era apenas un proyecto, Soco, junto con Diana, Romina y Claudia, socias fundadoras de Tendencia, acudieron a Cristina en busca de consejos. Cristina brindó a aquel equipo inicial libros, material de consulta y anécdotas de Baja California Sur iniciando así una cálida amistad. Desde entonces Cristina forma parte del consejo editorial y es un honor abrazar su participación.

Actualmente Soco vive en Holanda, pero tuvimos la fortuna detenerla de visita en Los Cabos y coincidir para que guiara, con su gracia habitual, la conversación. Lo lindo de esta plática fue darnos cuenta de que la historia de Cristina es digna de un libro de realismo mágico. Se conversó sobre algunos hitos de su vida y cada uno resultó más sorprendente que el otro.

Cristina es una reconocida empresaria, y en el año 1994 fue la primera mujer invitada a integrarse en Grupo Madrugadores. En febrero de este año fue nombrada coordinadora anual de este grupo de análisis que establece diálogos constructivos con diferentes personas influyentes en el sector público, privado, ONGS y comunitario. Es nieta del presidente de México, Abelardo L. Rodríguez Luján, e hija de Lucille Bremer, actriz y bailarina estadounidense que dejó su carrera en Hollywood para instalarse en La Paz junto a su marido Abelardo Rodríguez Montijo.

Grupo Madrugadores

Soco: ¿Qué significa ser la coordinadora anual de Grupo Madrugadores, luego de haber sido la primera mujer en participar hace 30 años?

Cristina: “Para mí es un honor total, no creo que lo merezca, pero es aprendizaje y lo he disfrutado. Me ha gustado muchísimo porque siento que es un grupo de amigos trabajando por una ciudad a la que amas y eso me ha impactado. Es nuestra responsabilidad elegir a quién vamos a invitar y ver los temas a tratar. Este año abrieron otro Grupo Madrugadores en Cabo San Lucas, entre más personas se preocupen por lo que está pasando en la comunidad, es mejor. Algo curioso, es que, en la ciudad de La Paz aún no hay mujeres participando”.

Soco: ¿Y cuál era el contexto social de Los Cabos en aquellos años ‘90?

Cristina: “Una de las principales razones para que se organizara el grupo era la situación del Estero de San José del Cabo. Casualmente ahorita está en peores condiciones que nunca y estamos otra vez viendo qué es lo que se puede hacer, porque todo mundo se lava las manos. Y ahí está, el Estero se está muriendo, literalmente”.

Crecer en la naturaleza

“Así estoy mejor”, dice graciosamente la entrevistada, dejando caer las sandalias y sintiendo la frescura del piso en los pies, al natural, como ha sido en la vida de Cristina.

Su padre, Abelardo l. Rodríguez Montijo fue piloto aviador educado en estados unidos y, en 1948, durante uno de sus vuelos de exploración al sur de la península, vislumbró la extraordinaria belleza natural de un lugar conocido como las cruces frente a la Isla Cerralvo, cerca de La Paz.

El lugar lo atrajo y allí construyó rancho las cruces, donde creció cristina y fue feliz junto al mar hasta los 10 años, edad en que se mudó a san diego para escolarizarse por primera vez junto con sus hermanos. “Para esas alturas mi papá se dio cuenta de que tenía cuatro hijos analfabetos y ninguno conocíamos la institución escolar, entonces fue un trauma”, dice Cristina entre risas. Visionario y pionero del turismo en Baja California Sur, don Abelardo Rodríguez Montijo fundó también los hoteles palmilla en 1956 y hacienda en 1962 en Los Cabos.

Soco: ¿Fue difícil adaptarte a vivir en San Diego?

Cristina: “Fue muy difícil salir de Rancho Las Cruces, todavía me cuesta, ya ven que hasta ahora me quito las sandalias. Vivía en total libertad, en un paraíso. Para empezar, en San Diego me tenía que poner zapatos con calcetines, uniforme, y asistir a una escuela de monjitas. Para mí vivir en San Diego fue sobrevivir y esperar las vacaciones para regresar a mi tierra. Tuve la ventaja de que mi mamá era norteamericana y nos hablaba en inglés. Por eso, el idioma no fue una complicación”.

De Italia a los Hoteles

Cristina es nieta del presidente mexicano Abelardo Rodríguez e hija de Lucille Bremer, actriz y bailarina estadounidense que abandonó su carrera en Hollywood para establecerse en la paz con su esposo. Se mudó a Italia para estudiar lingüística en la universidad de Florencia. “Cuando cumplí 16 años, como regalo, mi mamá me llevó a un viaje de esos que visitas un país por día. Al conocer Florencia pensé: ‘de aquí soy y aquí quiero regresar un día’. A los 19 años volví para estudiar Lingüística”, cuenta. Fue la primera vez en su vida que no escuchaba el mar al acostarse. Recuerda que había un río muy bello y que fue una experiencia maravillosa, “pero llega cierto tiempo donde ya extrañas estos espacios y el mar”. En 1976 volvió a Baja California Sur con su marido, Giorgio Battaglia, quien inmediatamente se enamoró de la península.

Soco: ¿Qué te motivó a regresar?

Cristina: “Llevaba casi 6 años en Europa. Mi papá me dice: “pues aquí estoy, trabajando duro en los hoteles, entre Hacienda, Palmilla y Rancho Las Cruces, y ninguno de ustedes está aquí para ayudarme. Entonces regreso, me traigo a mi casi marido, porque nos casamos en San Diego, y claro que se enamora él también de este hermoso lugar. Yo ya traía mi pedacito de Italia. Y así iniciamos a laborar en los hoteles. No sabía qué es lo que iban a asignarme de tareas, pero en el Hotel Palmilla el actual gerente no iba a regresar. Entonces me dice mi papá: “te vas a Palmilla y tú eres gerente”. Mi única experiencia era que había vivido en un hotel toda la vida. Palmilla llevaba abierto 20 años y ya iba solo, era una empresa familiar. Lo más bonito de los hoteles, para mí, es el hecho de compartir y auxiliar a los huéspedes para que se diviertan en la comunidad”.

Soco: ¿Qué valores consideras esenciales para el éxito de las empresas familiares?

Cristina: La persistencia, y amar lo que haces, por supuesto.

Familia y Legado

La vida de Cristina gira en torno a su familia como orgullosa madre y abuela. Menciona con cariño su gratitud por el hecho de que su hijo sea “un choyero”. Lo describe como alguien que no se deja influenciar fácilmente. “Mi hija es un poquito más abierta”. Un fin de semana común es disfrutar de la playa, donde tiene la gracia de vivir. “Vivo en una esquinita de lo que quedaba de Palmilla, tengo ese privilegio. Escogí muy bien a mis padres”, Dice a modo de broma, y evoca el legado que le dejó su padre: la autonomía. “Me decía que, siendo mujer, tenía que aprender a ser independiente. Me aconsejaba que no dependiera de un hombre, incluso, ni de él”.

Soco: ¿Qué admirabas de tu padre?

Cristina: “Híjole, la familia, como he expresado, es lo más importante. Posiblemente, lo que más me ha quedado de mi padre es que jamás he visto una persona trabajar como lo hizo él, de día a noche, traer y llevar a sus empleados. Los reclutaba, se iba a las rancherías a ver quién quería trabajar. Recuerdo que, a los pisos de Palmilla y Las Cruces, él iba y les daba lustre. Buscaba piezas para los hoteles, como puertas de aluminio, que traía en el avión.

Cuando construyó el hotel Hacienda tuvo también que construir la pista de aterrizaje, porque transportaba a los huéspedes de Rancho Las Cruces y Hotel Palmilla. Donde ahora está la Marina era la pista de aterrizaje, en ese tiempo, no nos subíamos a un carro para venir de allá para acá. Porque si te iba bien, eran 4 horas de viaje entre San José del Cabo y Cabo San Lucas.

Mi papá vivió como él quiso. Dijo en una ocasión que sus mejores esfuerzos en toda su vida había sido lo que hizo aquí, que todo lo que había logrado hacer en la vida era para nosotros. Dijo que iba a vivir hasta los 100 años y se murió el día de su cumpleaños, a los 100 años. Hasta eso logró”.

Soco: Y de tu madre, ¿qué admirabas?

Cristina: “Mi mamá irradiaba gentileza y elegancia a pesar de que llevaba una vida sencilla en Las Cruces, porque cambió, en su momento, lujos y ser estrella de Hollywood, para vivir entre cuatro palos en Las Cruces. Nada le daba miedo, y con cuatro plebes, todo resolvía de manera muy práctica, si nos entraba algo en el ojo, solo sugería: “vayan a nadar al mar con los ojos abiertos”. Yo le admiro eso y el amor. Mis papás se divorciaron después de muchos años juntos, pero ella nunca tuvo otro amor”.

Soco: ¿Qué quieres que tus hijos recuerden de ti y pongan en práctica en su vida?

Cristina: “Espero que se mantengan siempre unidos. No hay nada que me moleste más que ver a los hermanos pelearse. Entonces les digo: ustedes manténganse unidos, cueste lo que cueste”.

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