Edith Jiménez por Oscar Ortiz

“Al recordarme, me gustaría que se dibuje una sonrisa porque he sido muy feliz.” 

Edith Jiménez propuso, sin dudar, la locación para la entrevista con Oscar Ortiz:el Museo Ranchero en la comunidad rural La Candelaria. El lugar es especial para la empresaria restaurantera, chef e investigadora de la cocina regional sudcaliforniana. Hacia allí fuimos, en busca de la mejor luz del atardecer, para embellecer las fotografías y las tomas de video. Al llegar, nos contó que el museo había sido la casa del curandero, un oficio que guarda una conexión profunda con Edith. La reconstrucción y, por ende, el rescate de La Candelaria empezó hace tiempo, y estará listo para enaltecer la cocina regional y exhibir piezas de la región elaborados por manos de artesanos locales.

La plática entre Edith y Oscar fue tan fraternal, amena y cálida, que oscureció y, lejos de amedrentarnos por la falta de luz para nuestras tomas, nos relajamos, testigos de la enormidad de la noche y del cielo repleto de estrellas que coronaban cada detalle de la historia que, generosamente, contaba Edith. Así, conocimos su vida, narrada como si se tratara de un cuento fantástico repleto de magia, memorias y sincronicidades.

Oscar, miembro del consejo editorial de Tendencia, se entregó a la escucha. Fotógrafo profesional, es también nuestro guía oficial de los viajes por la península. En base al conocimiento que tiene de Baja California y Baja California Sur, se especializó en crear experiencias originales por tierra y mar, Oscar sabe de qué se trata escuchar. Apasionado de la conexión integral con la naturaleza, prioriza la sustentabilidad. Ha expuesto, además, algunas de sus colecciones de fotografías de viajes y por este trabajo, Edith se siente conmovida, haciéndoselo saber al comienzo de la entrevista.

“Nací en Sierra Madre del Sur, en Guerrero, en 1962. En lo personal me parece que fue un tiempo muy precioso. Los tiempos han ido cambiando. Mi lugar de nacimiento, lo que aprendí, comí y vi es lo que tengo en mi mente y lo traigo tatuado en mi piel”.

Oscar: ¿Qué recuerdos tienes de tu infancia en guerrero?

Edith: “Mi padre se fue a vivir a Acapulco cuando yo tenía 4 años, mi madre también se va, y me quedo a vivir con los abuelos; pero quienes me cuidaban eran mis hermanas mayores. Vengo de una familia de 11 y mis hermanas mayores, que tendrían 10 o 12 años, fueron mis cuidadoras, no como mi madre, pero digamos que cubrían esa parte. Me recuerdo lavando en el río, yendo a sembrar, y a lavar el nixtamal. A esa edad ya cada uno tenía su rol en la familia. Creo que una de las personas con las que estuve más cerca fue mi abuela María Morales, ella era una indígena chiquita, muy trabajadora y audaz. Fue la primera que me montó a un burro, porque íbamos al pueblo más cercano que se llama Quechultenango y hacíamos la despensa, se compraban chiles y otras cosas que no teníamos en el rancho. Hasta aprendí a cargar las ollas en la cabeza”.

En el poblado se usaba el trueque como forma de pago, entonces la familia de Edith compraba con huevos porque su abuelo tenía alrededor de 200 gallinas. Parte del maíz que se sembraba era para para las gallinas, y dentro de la rutina en el rancho había que ordeñar, hacer queso, jocoque y requesón. “Me enfoco en la comida porque es lo que más recuerdo. Siempre en las mesas había un vaso al centro, que contenía ramas con cilantro, papalo o pipicha, lo que daban las montañas. Comíamos lo que se sembraba: maíz, frijol negro, calabaza y chile. Eso nunca faltaba en la mesa”.

Oscar: ¿Qué conexión hay entre tu abuelo y esta casa rescatada, que era la casa del curandero de la candelaria; hoy, museo ranchero?

Edith: “Mi abuelo era curandero, que en mi tierra les dicen brujos, y mi abuela trabajaba en la casa con los quehaceres y la comida; la sazón lo traigo por ella, porque no importa lo que cocinara, lo hacía muy delicioso. A mi abuelo venían a visitarlo de muchos pueblos a la redonda para ser sanados. A mí me curó dos o tres veces y era una forma tan sencilla; él me rezaba algo. Una vez me asustó un toro y me encontraron arriba de un árbol. Al parecer era porque traía un paliacate rojo. Me habían mandado a buscar a los becerros. Andaba en la sierra sola, me ve el toro y se viene hacia mí. Yo era una bala para subirme a los árboles, así es que me subí al árbol y ahí me quedé, hasta que me encontraron. Ese día llegué a la casa con mucho dolor de cabeza, le conté a mi abuelo lo que había pasado y me dijo que había sido de susto, entonces me curó. En otra ocasión me dolía la muela y fue más o menos lo mismo. Me quedaba siempre dormida y cuando despertaba era como que no había pasado nada”.

Oscar: ¿Qué nos puedes contar acerca de tu mamá?

Edith: “Mi madre hacía pan cuando venía de visita de Acapulco, tenía un horno que ella misma hizo, única y exclusivamente para hacer el pan. Ella tenía huertas. Había árboles de aguacates, mangos y todo lo que puedas ver ahorita en esas huertas, y anualmente también se hacía la molienda”.

A los 7 años, Edith se mudó a acapulco para empezarla primaria y recuerda que había tanta gente, que empezó a extrañar la libertad de la vida en el rancho. “Acá empiezan los problemas, no tenía la costumbre de estudiar y me di cuenta de que mi cabeza estaba tan ocupada con fantasías que me costaba mucho concentrarme en las tareas”.

A los 9 años, al ver que faltaba el recurso económico, la pequeña Edith tuvo su primer trabajo. Empezó a cuidar niños en una casa y también se las ingeniaba para sacar agua de un pozo. Allí probó comidas que no conocía y empezó a descubrir nuevos sabores. La primera quincena que cobró la usó para comprar juguetes a sus hermanos. Y a partir de ese momento, dice, nunca dejó de trabajar.

Oscar: ¿Cómo llegaste a los cabos?

Edith: “Viajamos en camión de Acapulco a Puerto Vallarta, en ese tiempo había un barco que venía de Vallarta a Cabo San Lucas, no existe en la actualidad. Veníamos a unos kilómetros de Los Cabos, pero de lejos se veía esa tierra, esas rocas secas. Había una sequedad, no veía plantas. De repente, mis ojos, sin planearlo, empezaron a llorar. Me pregunté por qué lloraba, y era porque nunca había salido de un lugar tropical, siempre estuve en un lugar verde. Entonces el haber visto esos cerros… no les vi vida, me pareció que estaba llegando a la luna, a Marte. ¿Y ahora qué vamos a hacer? ¿Qué vamos a comer? ¿De qué vamos a vivir? Las lágrimas no paraban, y de repente, cuando vamos entrando a la bahía y se me aparece el Arco, veo la profundidad del agua cristalina y los peces. Como por arte de magia las lágrimas se secaron y empecé a disfrutar la llegada. Esto fue hace 47 años. No podía dimensionar la belleza, la enormidad de lo que había aparecido frente a mis ojos. Era tan maravilloso. Me quedé conmovida y pensé“en este lugar quiero morir”. Y desde ahí, soy la reina del Médano”.

El tío de Edith, que trabajaba en el hotel Hyatt, le consiguió un trabajo a través de confederación revolucionaria de obreros y campesinos Los Cabos, Croc, en el hotel Mar de Cortés como mesera, marcando un comienzo absolutamente próspero. A los 15 años empezó a trabajar en restaurantes y así fue empapándose de la gastronomía y el amor por Baja California Sur. Entendió que con la sonrisa recibía mejores propinas y así fue abriéndose camino en el mundo culinario y también en la administración.

“Ahí inicia mi trabajo. No es lo mismo que trabajes en un restaurante a que sea tuyo, las responsabilidades que tiene un negocio, es otra cosa. The Office se hace famoso, no creas que hacíamos comida diferente. Inicié con camarón empanizado, burritos de pollo, pescado al mojo de ajo y hamburguesa. Eran cuatro proteínas diferentes”.

A la fecha tiene 450 colaboradores trabajando en sus restaurantes, Edith se enorgullece del equipo que ha logrado sostener, ya que tiene solo un 5% de rotación.

Oscar: ¿Cuál de tus restaurantes es el favorito o que le tengas un afecto especial?

Edith: “No hay un consentido, es como tener tus hijos, a lo mejor hay afinidad con alguno, pero todos son tus hijos. Siempre el primero va a ser tu maestro, para mí The Office ha sido mi maestro porque tenemos alrededor de 37 años que lo abrimos”.

Edith es una viajera apasionada y amante de las aventuras; ha dedicado gran parte de su tiempo a recorrer la fascinante península. Con un espíritu inquieto y un profundo amor por la naturaleza y la cultura, Edith ha explorado y documentando experiencias, riqueza natural y cultural. Su enfoque va más allá del turismo tradicional; se sumerge en la vida local, conociendo las comunidades y aprendiendo sus tradiciones, gastronomía, oficios y artesanías. Este acercamiento le permite ofrecer una perspectiva auténtica y enriquecedora sobre lo que significa vivir y viajar por Baja California Sur.

“Hablar del Estado, es hablar de Maijañui A.C., nuestra asociación civil, para la queinicié investigaciones cuando tenía 19, 20 años”, dice. La organización tiene comofin esencial la investigación, rescate y resguardo de las cocinas tradicionales locales, como también la difusión de los usos, costumbres, productos, prácticas culturales y gastronómicas que constituyen el pilar de la cocina de Baja California Sur.

De mucho tiempo atrás data la historia con la candelaria, donde el año pasado realizó Sabor a Cabo Rural, el evento que enaltece la cocina de Baja California Sur y rescata sus tradiciones. El más reciente evento se llevó a cabo en marzo de este año en la huerta Maijañui, e incluyó cabalgata. “La casa de Maijañui, se encuentra aquí, donde estamos sentados. Estamos en el rescate de las huertas, también de lo que pasa en todos los oasis del Estado. Aquí se da la caña,hacemos una molienda, y cada año tenemos la fiesta de La Candelaria el día 2 defebrero. En el futuro estamos pensando hacer un festival, no tanto como una feria, sino una fiesta de mango”.

Oscar: ¿Cómo inició Sabor a Cabo?

Edith: “Sabor a Cabo surge de CANIRAC (Cámara Nacional de Alimentos Condimentados). Una mañana me encuentro trabajando en mi oficina y vinieron ainvitarme a participar y ser presidenta de CANIRAC. No me lo esperaba, y no me quedó más que aceptar, pues siempre me gusta aprender. CANIRAC es la cámara que atiende los temas de gastronomía, administrativo y político de las relaciones quese tienen que cuidar. Y recordé una plática con los bomberos que me habían dicho que los restauranteros generalmente no colaboraban con ellos. Entonces se me ocurre que teníamos que hacer un festival a beneficio de bomberos. Era un grupo muy unido, trabajamos muy bien, Carmen Carbajal era parte del grupo y ella rápido decía que sí. La cantidad recaudada, así como entró, así salió para la donación”.

Oscar: ¿Y cuando surgió Sabor a Cabo Rural?

Edith: “En el 2012 se presentó Sabor a Cabo Rural. Lo retomamos el año pasado yrenace un Sabor a Cabo Rural más grandioso, con mucho más conocimiento. Leintegramos una cabalgata que sale de Migriño hasta las huertas en La Candelaria.Tuvimos la presencia de diferentes cocineras de todo el Estado. Como artesanostuvimos gente de Miraflores, como estas sillas en las que estamos sentados, son hechaspor Don Félix. Nuevamente tenemos la presentación de platillos sudcalifornianos,música en vivo entre norteña y sierreña. Todos los boletos se vendieron. Creo que elevento fue muy exitoso”.

Oscar: Y si pensáramos en la familia, luego de haber trabajado tanto para tus restaurantes, por la península y el rescate de las tradiciones sudcalifornianas, ¿cómo quisieras que te recordaran? ¿qué legado te gustaría dejar a tus hijos y a tus nietos?

Edith: “Cuando se trata de dejar un legado, mi enfoque se extiende más allá de mi familia para incluir a la comunidad y al mundo. Con el tiempo, he encontrado una profunda sensación de paz y satisfacción. Ahora, priorizo pasar tiempo de calidad con mi nieto cuando pienso en viajar. Es una cuestión de preferencia personal. Espero que mis allegados me recuerden con una sonrisa, sabiendo que he encontrado la verdadera felicidad. ¿Cómo me recordarías tú?”

Inmediatamente, antes de responder, oscar esboza una sonrisa

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