Cipriano Murillo Liera

“El mar, para que pueda ser productivo, hay que cuidarlo primero, no sobre explotarlo”,

Alrededor del año 1930 el abuelo de Cipriano Murillo Liera llegó al lugar, cuando sólo era un camino de paso hacia San Ignacio. Luego, los visitantes fueron quedándose, atraídos por un arroyo de agua de lluvia. El abuelo de Cipriano fue de los primeros colonos que trabajó la pesca de la langosta, que se vendía a barcos japoneses y americanos, junto con la almeja, que también se comercializaba en la zona. “Se vinieron unos barcos japoneses y buzos a buscar abulón”, cuenta. Así, en una sacrificada pero apacible vida, la colonia en Estero de la Bocana empezó a formarse con los primeros pobladores con casas estilo japonés, rodeada de mar turquesa. 

“A pesar de que tienen tantos años estos lugares de ser fundados, y de que se han explotado valiosos productos del mar, realmente no se conocen; pero se vive muy a gusto, muy tranquilo, se vive feliz, hay armonía familiar”, dice.

Cipriano vive en Estero de la Bocana hace 67 años. Llegó a los 2, y le tocó crecer en un lugar que era totalmente virgen, al punto de que, con los otros niños del lugar, corría a la orilla del mar en busca de sargazo para armar los colchones para dormir. “Yo me acuerdo de que estaba chamaco, la casita que tenía mi papá era un solo cuarto grande y nosotros no teníamos cama, no teníamos nada”, cuenta.

“En aquel entonces, había buzos de escafandra, no del estilo “rana”. En un principio venían desde Ensenada a bucear en busca de abulón. Para principios de los años ‘70, se creó la planta empacadora de abulón y ya casi no quedaban buzos japoneses, sino que todo era producción local, lo que marcó un cambio significativo”.

“A los 11 años trabajé con mi papá, yo quería estudiar, pero en la escuela solo había hasta 4to. año de primaria. Repetí tres veces, esperando que se abriera la primaria completa. No pasó.  A los 13 años fui capitán de un equipo y trabajé por dos años. Vinieron personas de San Ignacio para que trabajaran conmigo. Pero a los 15 años me dio la inquietud de bucear. Y empecé como buzo rana, que le decíamos así al traje. Me hice un traje a la medida, lo recorté y lo pegué”.

A mediados de los ‘80 se dieron cursos de capacitación a las cooperativas pesqueras y Cipirano entró en la administración de la Sociedad Cooperativa Progreso. “Me tocaron muy buenas experiencias, establecer el fondo de pensiones y retiros. En el ‘89 me volvieron a nombrar presidente, fui dos veces presidente de la cooperativa cargo que desempeñé con orgullo y dedicación”.

¿Y qué más podrías contarnos sobre su vida en Estero de la Bocana?

He vivido feliz. He logrado muchas cosas, sobre todo una familia. En mi participación en la administración de la cooperativa obtuvimos logros que dejaron huella. Todo lo que me tocó vivir como parte de la sociedad, lo viví con amor, con entrega y respeto para mí y para los demás. Pero sobre todo respeto hacia el mar, porque él nos ha dado mucho.

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