Aunque no se conoce la fecha exacta en que se originó la expresión Camino Real, es un hecho que se aplicó a las carreteras que el Estado construyó para fortalecer las relaciones entre dos o más poblaciones. Eran utilizadas para el comercio o el tránsito de personas. Normalmente eran dispuestas por orden de un rey, de ahí el término Real.
Muchos caminos similares se pueden encontrar en todo el mundo. Sin embargo, en esta ocasión nos enfocaremos en el Camino Real de las Californias, también llamado Camino de las Misiones.
Este se ubicaba entre las misiones de las tres Californias, y fue desarrollado por las diferentes órdenes de misioneros que poblaron la zona: Jesuitas, Franciscanos y Dominicos. A lo largo de los siglos, el Camino Real ha sido reemplazado en su mayoría.
En un principio, y como era de suponerse, los indígenas habitaban la península eran obstinados, aislados y renuentes al cambio, al grado de tornarse a veces violentos. En consecuencia, fue difícil la construcción de estas vías de comunicación.
No obstante, no fueron solo las tribus quienes complicaron la obra de los caminos. La ubicación y el abasto de materiales fueron grandes desafíos. La geografía de Baja California, aislada, árida y desértica, hizo aún más complejo el progreso de la ruta de las misiones. Los problemas asociados con la construcción del camino fortalecieron la determinación de los Jesuistas para evangelizar a los pobladores.
De 1683 a 1685, el padre Eusebio Kino y el almirante Isidro de Atondo y Antillón, que se desempeñaba como jefe de batallón, trabajaron para establecer la primera misión en San Bruno, cerca de un arroyo, esto es al norte de la ciudad de Loreto. Esa misión falló por varias razones: complicado acceso, aislado y poco sustentable. Hoy, solo unas pocas piedras recuerdan que la misión estuvo allí alguna vez.
Más de una década después, en 1697, se logró el establecimiento de la primera misión exitosa, denominada Nuestra Señora de Loreto. Es aquí donde pudiera ubicarse el primer rastro del Camino Real, en el tramo que comunicaba con la segunda misión establecida en 1699, la Misión de San Francisco Javier Vigge, ambas Jesuitas. Esta última promovida y desarrollada por el Padre Siciliano Francisco María Piccolo.
La prueba más fehaciente de la victoria de este primer tramo del Camino Real es que ambas misiones se mantienen en buenas condiciones hasta la fecha, a diferencia de San Bruno.
Este camino partió de las hermosas playas de Loreto internándose por Sierra de la Giganta hasta San Javier, en medio de impresionantes y bellísimos paisajes. El objetivo del proyecto vial se logró, a pesar del abandono temporal por los constantes ataques de los nativos.
Poco a poco, los Jesuitas, acompañados por cuadrillas militares y voluntarios, avanzaron en su propósito de establecer diferentes misiones. En esta aventura dejaron la infraestructura vial principal, el Camino Real, así como las carreteras secundarias.
Destacó en la construcción de la obra, el espíritu misional característico de la orden Jesuita en los misioneros: Juan María de Salvatierra, Francisco Piccolo, Pedro de Ugarte, Basaldúa, Mayorga y por supuesto el Padre Nicolás Tamaral en La Purísima y en San José del Cabo, donde fuera asesinado por los pericúes que se resistían a las ideas católicas de la orden.
Al reflexionar sobre la escasez en tecnológicas y recursos económicos, se puede decir que fue una gran obra de ingeniería lograda con mucha paciencia y tenacidad.
Entre 1683 y 1834 se construyeron 36 misiones en la península, más otras 21 en la Alta California, todas ellas unidas por el Camino Real. Por el periodo tan largo de construcción que duró más de 150 años, nadie pudo imaginar, ni atestiguar los sacrificios, penurias, y largas jornadas de trabajo que implicó esta tarea. Lo cierto, es que hoy en día, incontables de sus tramos permanecen, solo que han quedado dentro de predios privados, zonas de gran desarrollo económico, turístico, ganadero, agrícola o ejidal; otros trechos son la base de la carretera actual y en algunos se han convertido en calles que cruzan poblaciones a lo largo de las tres Californias, que curiosamente, respetan el nombre Camino Real.
Por cuestiones de logística, esta ruta no es lineal. En muchos casos, son sinuosos como el que une San José del Cabo con La Paz por las dos vías, Misión de San José del Cabo Añuiti con Misión de Nuestra Señora de la Paz Airapí, o aquel que al llegar a Nueva Santa Anita se bifurcaba hacia la Misión de San Luis o a la de Nuestra Señora de los Dolores de Norte Apaté.
En otras secciones, no se hacían circuitos sino más bien ramales. Cruzar las Sierras de la Giganta y de San Pedro no fue labor sencilla, por eso optaron por convertirlo simplemente en una desviación.
En la parte de California, Estados Unidos, el Camino Real se construyó desde la Misión de El Descanso, unos kilómetros al sur de Rosarito, hasta San Diego de Alcalá. A la expulsión de los Jesuitas, el encargo quedó en manos Franciscanas.
[two_first] La evangelización en la Alta California comenzó en el verano de 1769, con la llegada al área de la actual ciudad de San Diego de la expedición de Portolá. Fray Junípero Serra los acompañó y fundó el 16 de julio de aquel año, la primera de las misiones franciscanas en el actual Estado de California, la misión de San Diego de Alcalá.[/two_first][two_second]
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El proceso de evangelización en la Alta California se apoyó en tres tipos de asentamientos: las misiones, destinadas a los indígenas, las poblaciones de colonos hispanos y los presidios. Estos últimos eran fortificaciones dentro de cuyos muros se organizaba una pequeña población, a la vez de militares y civiles, con sus respectivas familias, y todos los servicios necesarios: viviendas, iglesia, talleres y almacenes. Se llegaron a crear cuatro presidios: San Diego, Santa Bárbara, Monterrey y San Francisco, todos ellos próximos a las misiones del mismo nombre.
El Camino Real de las Californias o de las Misiones hasta ahí se extendió.
Habrá que recordar que los medios de transporte en las épocas descritas eran caballos, burros y mulas primordialmente. Los carros fueron ocasionalmente utilizados. Sin embargo, los registros muestran que los primeros automóviles Ford viajaron por esta carretera en la península.
La segunda agencia Ford en el país se estableció en San José del Cabo, donde exitosamente se vendían los modelos T y después el Ford A, con algunas obvias dificultades se recorría la península de Baja California.
En el año 1974 se completó la pavimentación de la Carretera Transpeninsular desde Cabo San Lucas hasta Tijuana, iniciada casi cinco décadas atrás. Antes de eso, el Camino Real, los arroyos, las brechas y algunos caminos vecinales eran la forma de explorar los hermosos paisajes de una de las zonas turísticas más bellas del mundo y una increíble aventura llena de color, sonidos, naturaleza, paz y armonía con el medio ambiente.
Ahora, viajar de Cabo San Lucas a Tijuana toma entre 18 y 22 horas; el mismo viaje por el Camino Real se hacía en un lapso 12 a 16 semanas hace casi doscientos años.