Un viaje a la Isla del Carmen: la inagotable salinera

En Loreto, frente a Puerto Escondido, se encuentra Isla del Carmen. Durante muchos años, su elemento comercial era la sal, pues se encuentra a “flor de la tierra”, en una zona de marismas. Lo peculiar es que, mientras más profundo se extrae la sal, se acentúan las características blanca y áspera.

La sal era destinada hacia el comercio de importación. Se enviaba en 3 calidades: gruesa, molida y en polvo. Los pozos proporcionan una salmuera (agua con una concentración de sal disuelta, superior al 5%) de tal intensidad que indica que la formación del subsuelo es un manto de sal de espesor poderoso, donde el agua del mar se filtra y queda agua freática (acumulación de agua subterránea) de alta salinidad. Por tanto, la explotación se convierte en un recurso de carácter renovable, capaz de incrementar su volumen 10 veces.

El misionero jesuita, Juan María de Salvatierra, fue el primero en cosechar sal de la Isla del Carmen y solicitó al Virrey, que concediera a las misiones de la Compañía de Jesús en California la explotación de las salinas. En 1691, ¡había tanta sal que podía satisfacer las necesidades de toda Nueva España!

A principios del siglo XX, la empresa Salinas del Pacífico, S.A., proveniente de Yucatán, tenía 100 obreros contratados en la isla del Carmen. El 30% vivían con sus familias en la isla. El equipo mecánico cosechaba anualmente 30,000 toneladas de sal. Contaban con un muelle, buques, remolcadores y embarque para la transportación de sal. La comunidad poseía un manantial para abastecerse de agua potable.

La vida diaria de los trabajadores en la isla era amena, en contacto con la naturaleza. Las viviendas para cada familia eran construidas con bloque de coral blanco; sencillas pero cómodas; había una iglesia, un banco y una escuela, llamada Art.123, que enseñaba a 35 niños de 1er a 3er grado. Según los relatos de los últimos salineros, el área de juego para los niños se componía por los costales de sal que esperaban a ser exportados.

La edad de oro de la salina, que alguna vez fue una de las minas más productivas del mundo, terminó en 1984. Hoy en día, los vestigios incluyen el antiguo faro y un barco hundido. Es un pintoresco pueblo fantasma de gran relevancia para los loretanos y exploradores.

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