Javier Álvarez
Enclavado en el vibrante corazón del Valle de Santo Domingo, donde la exuberante campiña se fusiona armoniosamente con la bulliciosa ciudad, Javier Álvarez, un apasionado agricultor y ganadero, buscó revitalizar el legado familiar. Orgulloso agricultor de tercera generación y dedicado criador de caballos, comprendió que los desafíos de la pandemia de 2020 podían convertirse en una oportunidad emocionante.
Con una chispa de creatividad, Javier imaginó la propiedad como algo más que una simple granja. Visualizó un espacio donde la gente pudiera reunirse para eventos, tomar clases de equitación y conectar con los animales, en un entorno acogedor, e invitar a la comunidad a experimentar la magia del campo.


«Esto empezó cuando éramos niños. Mi abuelo llegó aquí en 1949 desde Jalisco; fue uno de los fundadores del Valle de Santo Domingo. Luego, mi papá siguió con la agricultura y la ganadería, y yo, pues, igual. Pero con el gusto por los caballos, me fui especializando en la doma, la alta escuela y la danza ecuestre», cuenta mientras acaricia a uno de los 25 caballos que actualmente cuida, entrena y, en algunos casos, vende.
El lugar, aunque rodeado de calles y casas, conserva ese espíritu de campo que muchos anhelan: árboles, palapas, áreas verdes, caballos que trotan y el silencio que solo se rompe con relinchos. «Aquí se vive fácil. No hay tráfico ni ruido. Estamos en un rancho en la ciudad, a cinco minutos del centro», dice con orgullo.

«La idea de abrir el espacio al público surgió de forma natural. Pues tenemos caballos, el local, la granjita… dije: ‘Bueno, vamos rentando para eventos’, y sí ha pegado. Se pueden ofrecer cenas, bodas y fiestas con temática charra, y la gente tiene otra experiencia», explica. El rancho cuenta con palapas, asadores, área verde y hasta una alberca que están acondicionando para los meses de calor.
Además de las celebraciones, hay una escuela de equitación donde se enseña doma, rienda y baile, principalmente con caballos españoles. «Cada tipo de caballo tiene su personalidad, como la gente. Si quieres un caballo para bailar, buscas un español; si es para cabalgatas, el cuarto de milla. También tenemos caballos de compañía, para los niños, más tranquilos».
Con pasión y disciplina inquebrantables, honra el legado que su abuelo inició hace más de 70 años, infundiéndole un espíritu fresco y moderno e invitando a quienes buscan una experiencia campirana.