Entre Naranjas y Herencias

Rodimiro Amaya Zamorano

Cada árbol cuenta su propia historia en los sembradíos de Rodimiro Amaya Zamorano. Para él, la agricultura es una pasión heredada que atraviesa generaciones. El sistema de fertilización que implementó combina insecticidas y nutrientes mediante un emulsionador que los transforma en un líquido digerible para las plantas, el cual se aplica mediante un atomizador. Este método no solo garantiza que los árboles absorban todos los nutrientes necesarios, sino que también ayuda a contrarrestar la salinidad del suelo. El agua pasa por un desarenador y un proceso de filtrado antes de regresar enriquecida al campo, lista para continuar su ciclo vital. Rodimiro lo resume así: «Este sistema nos permite que los nutrientes sean altamente asimilables, incluso en condiciones difíciles, como la salinidad del suelo».

Los cítricos, explicó Rodimiro, representan un reto especial. Al ser perennes, tardan en dar frutos tras la fertilización. Su amor por estos frutos surgió tanto de la influencia de su padre como de su experiencia en el mercado de Abastos de Guadalajara, donde comprendió la importancia de la comercialización. Al llegar a Comondú, vio un enorme potencial que aún no se explotaba: con inversión y dedicación, logró aumentar los rendimientos en un 300% y cree que aún es posible duplicarlos.

Rodimiro recuerda sus inicios trabajando junto a su padre, su mentor y mejor amigo. Aunque cada uno eligió un camino distinto —él con naranjas y su padre con garbanzos—, comparten la misma pasión por la tierra. Esa complicidad también se evidencia en otros intereses comunes, como las carreras de autos: pickups para uno, buggies para el otro. Hoy, Rodimiro representa la tercera generación de agricultores, con hijos que forman la cuarta y algunos ya muestran interés por seguir el legado familiar.

La tecnología ha transformado su forma de trabajar. Para proteger a los árboles de la helada y de la deshidratación por el calor, implementaron sensores que monitorean la hidratación constante. La fruta que producen está destinada al mercado nacional y, en algunos casos, a la exportación. Rodimiro señala que la naranja más pequeña concentra más dulzor, mientras que las más grandes aportan fibra, lo que la hace perfecta para saciar el hambre.

Cuando habla de los árboles, lo hace con precisión casi científica: «Cada árbol tiene miles y millones de datos», afirma. Las enfermedades suelen originarse en las raíces, no en la copa, y factores como la luna, la temperatura y la presencia de abejas influyen en su cuidado. Hoy, gracias a sensores y análisis tecnológicos, es posible evaluar con precisión los nutrientes de las hojas, como si se tratara de un examen de sangre para la planta.

Para Rodimiro, la agricultura es un legado familiar, un reto diario y un arte que armoniza conocimiento, disciplina y amor por la tierra.

Deja un comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Populares

No te pierdas de nuestras notas y avisos exclusivos