Edith Murillo Orozco eligió vivir en un paraíso, tal como ella lo llama. En el poblado, de donde ella es originaria, habitan 1,300 personas. Administra La Bocanita, una casa de huéspedes, ubicada a 2km del Estero de la Bocana.
Como buena anfitriona, Edith se ofrece de guía para acompañar a los visitantes a conocer el estero, las dunas, y las playas vírgenes. También en actividades como: pesca y visita a la granja de abulón azul, única en el mundo. “Y si traen sus motos cuatro por cuatro, los podemos guiar hacia donde quieran”, afirma con confianza.
Se muestra en paz y conectada con el poblado que eligió para pasar sus días. “Es la tranquilidad que siempre deseé. Al estar viviendo en la ciudad, siempre era andar acelerada en el trabajo, no tener fines de semana porque ya me llamaban para trabajar. Entonces yo decía: ‘Bueno, tengo que buscar algo que sea más acorde a mí’. Y siempre recordaba mi pueblito”.
“La infancia la pasé en el rancho de mi abuela; para nosotros, toda la temporada de la escuela era en el pueblo, y ya en vacaciones nos íbamos al rancho. Fue muy importante convivir con nuestros abuelos. Aquí, en Estero de la Bocana, no había mucho que hacer: jugábamos afuera en altas horas de la noche, andábamos correteando sin pensar en ningún peligro, era todo paz y tranquilidad. Teníamos muchos amigos y ellos venían a nuestras casas”.
A los 16 años se mudó a La Paz con su familia por un trabajo de su padre y allí Edith terminó sus estudios. Era la época del auge de la informática, así que decidió estudiar computación. Y en el devenir de la vida, Edith fue a vivir a Ensenada para trabajar en una cooperativa.
“Me gustaba mucho lo que hacía, creo que no podía decir: ‘ay no, aquí no quiero estar’. Renuncié porque ya había cumplido mi ciclo, ya había terminado, y ya no podía hacer más. Entonces regresé a La Paz y trabajé con unos acuicultores. Y de ahí, me integré en las unidades periféricas, que son las pequeñas comunidades, del IMSS de Guerrero Negro”.
En 2009, impulsados por una pasión compartida, Valentín y su esposa se embarcaron en un emprendimiento. Abrieron su casa a huéspedes, ofreciéndoles la oportunidad de explorar el Estero de la Bocana y las comunidades aledañas. Incluso durante las pausas, su dedicación no flaqueó. Invirtieron en una lancha para pesca. Hoy, su compromiso inquebrantable les ha convertido en un referente turístico en este increíble pueblo entre las dunas y el mar.