José “Che” Martínez Castro

Lo primero que hace José “Che” Martínez Castro al levantarse en el Rancho El Pasito, en San Javier municipio de Loreto, es ir al corral a ordeñar las chivas. Después, se dirige a la casa y le da de comer a las mulas. Luego siembra, riega y limpia el cultivo. “No hay día que no trabaje. Todos los días trabajo”, dice. Las tareas en el rancho no tienen fin.

Como guía del Camino Real entre los municipios de Loreto y Comondú, Che se encarga especialmente de las mulas, ya que es sobre ellas que se recorre el camino por Sierra de la Giganta.

De su niñez, recuerda las sierras, “todo el tiempo he andado este camino”, dice, y en esa simple afirmación, es posible imaginar un niño bajo la vasta extensión de un cielo limpio, recorriendo senderos y caminos indelebles que conectaban las misiones jesuitas. Los recuerdos están profundamente grabados en su mente y en sus palabras evocan un sentimiento de nostalgia. El considera que el viaje es tan encantador como el destino.

Lleva unos veintisiete años guiando personas por el Camino Real. Comenzó con un pariente y luego, por curiosidad, empezó a caminarlo de forma independiente.

“El camino está grabado en la cabeza. Cuando los turistas me preguntan: ¿dónde está tu GPS? Les respondo: Acá, en la cabeza, tengo grabada todo el camino”, dice Che, y aclara que no podría elegir una ruta como su favorita.

También estuvo involucrado en el documental “La Recua”, producido y codirigido por Trudi Angell junto a Darío Higuera Meza. “Trudi me llamó para ser el guía en el área de Comondú, por eso vine, porque yo no sabía que ella no conocía bien el camino. Pero gracias a Dios, acertamos bien en todo lo que Darío recordaba”, comenta.

Al momento de hablar del motor de su vida, Che menciona a su esposa y a sus hijos. Le ayudan además en el trabajo del rancho. Sabe que lo más preciado es la familia, y también los amigos que el camino le dio: “conozco mucha gente, tengo muchos amigos; me gusta tratar a todos bien y cuidarlos”. Su enfoque afectuoso, acogedor y sincero hacia las personas y la vida lo ha recompensado más allá de sus expectativas, como lo demuestran las muchas relaciones que ha forjado a lo largo de sus numerosos viajes por el Camino Real.

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