Enrique Hambleton von Borstel
Fotógrafo profesional, escritor y conservacionista del patrimonio sudcaliforniano. Gracias a su labor promotora, las pinturas rupestres de la Sierra de San Francisco fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1993.
Ciudadano Mexicano con profundas raíces en Baja California Sur, el primer von Borstel llega a La Paz procedente de Alemania a mediados del siglo XIX. Enrique ha vivido por 45 años en La Paz.
[two_first]“Mi interés por la fotografía y por las pinturas rupestres empieza en 1972. Y fue a través de un trabajo que realicé para la revista National Geographic. Recorrimos en tres ocasiones toda la península de punta a punta. En uno de esos viajes estábamos en la Sierra de San Francisco y la gente nos llevó a ver un sitio que se publicó en la revista. Me quedé pasmado con lo que vi, y se sembró en mí la semilla. Cuando tuve tiempo de regresar lo hice. Al preguntar a los lugareños si había más pinturas rupestres, me contestaron que sí y que se encontraban por todos lados. Desde entonces ha sido una de las pasiones en mi vida”.
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Los jesuitas fueron los primeros en reportar sobre las pinturas rupestres, hicieron observaciones muy puntuales, sin seguimiento.
En una amena conversación, Enrique nos platica que escoger un sitio favorito para fotografiar este arte primitivo es difícil. Existen lugares extraordinarios como: La Boca de San Julio, La Cueva de las Flechas y La Boca de la Trinidad, por mencionar solo algunos de los que ha explorado.
“Hay pinturas rupestres en todos los continentes habitados, desde Alaska hasta Tierra del Fuego, África, Asia, Europa, en todos lados; en cualquier Estado de la República Mexicana que vayas las encontrarás, cada una de diferente época, calidad y estilo. Es una de las primeras manifestaciones pictoricas del ser humano, colocadas a veces en superficies muy endebles donde se desmoronan y se pierden”.
“En la parte norte de la península cerca de la frontera, hay un estilo simbólico geométrico que se parece mucho a lo que existe en el suroeste de Estados Unidos y Sonora. A media península tenemos la tradición Gran Mural, es la que más he estudiado, son unas figuras enormes hechas por los primeros muralistas mexicanos hace más de 9 mil años, 5 mil años antes de los Olmecas, a quienes se consideran la cultura madre de nuestro país. Y después, desde La Paz hasta Los Cabos es otro estilo de figuras pequeñitas como peces o figuras humanas en piedras de granito. Es un menú vastísimo de estilos, de sitios y de épocas”.
Entre esta sierra y la Sierra de Guadalupe se han localizado 1,600 sitios de pintura rupestre del estilo denominado Gran Mural. Estas pinturas representan el 43% del total albergado en la República Mexicana y es una de las cinco concentraciones más importantes del mundo.
A través de sus fotografías, Enrique ha dado a conocer la riqueza que albergan las sierras, siempre comprometido con la conservación de este arte prehistórico y con la preservación de su entorno como patrimonio cultural.
“Me considero un mensajero de imágenes, no interpreto, no me atrevo a interpretar, cualquier teoría es válida hasta que se pruebe lo contrario. ¿Cuál es el mensaje? Es un primer intento del ser humano de trasmitir ideas, conceptos y mitología a través de imágenes. Ni siquiera sabemos cómo se llamaban los pintores, cuando llegaron los españoles aquí en el Siglo XVI ya eran muy antiguas esas pinturas y no había rastros de ellos.
“Entonces ese mensaje es la página 1, capítulo 1 de la magia, de la caza, de la religión, de la fertilidad y de una mitología muy particular, las imágenes fueron hechas por unos hombres y mujeres primitivos que no tenían ni agricultura, ni cerámica, ni arquitectura, ni animales domesticos. Eran cazadores y recolectores paleoliticos seminómadas”.
Enrique lleva recorridos 5,000km de la península a lomo de mula y a pie fotografiando estas obras en piedra, como resultado ha publicado dos trabajos: “La Pintura Rupestre de Baja California” en 1979 y “Lienzos de Piedra” en el 2010. Otros temas sobre los que ha escrito son el Mar de Cortés, los paisajes, la península y su gente.
“La sensación en esos lugares es como estar en un santuario, en un enorme jardín botánico que al mismo tiempo es museo al aire libre dedicado al arte prehistórico, estás en primera fila, de hecho estás en el escenario, es único, singular. Las manifestaciones pictóricas son bellas, ese privilegio de contemplación me satisface”.
A pesar de ser raro un nuevo descubrimiento de pinturas rupestres, recuerda como en una ocasión observó una cañada en La Sierra de San Borja que llamó su atención. Subió a explorar por instinto y debajo de una roca encontró unas.
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“Los descubrimientos de pinturas rupestres llevan tiempo. La gente que vive en las sierras sabe dónde están. Me han llevado de la mano al 98% de los sitios que tengo registrados y editados en mis libros. En ocasiones he descubierto algunas, un lugar que recuerdo especialmente es en la Sierra de San Borja. Era un lugar inesperado. Se supone que en esa zona no hay pinturas porque no hay las condiciones apropiadas para refugios. Ciertamente localicé remanentes de tinajas que habían tenido agua. Siempre donde hay agua, hay pinturas rupestres”.
Entre las personas que han acompañado y alentado a Enrique durante su trayectoria se encuentran Harry Crosby, su gran compañero de viajes; Don Miguel León Portilla, historiador e ilustre mexicano, y Eustacio Arce Villavicencio, del Rancho La Esperanza cerca de San Ignacio, a quien recuerda como un hombre extraordinario que fue su guía y mentor. Ellos han tenido un gran impacto en la pasión que aún conserva.
“El proyecto de recorrer las pinturas rupestres, no lo voy a completar, hay mucho más que hacer. En esas travesías tempranas me enamoré de la península, del corazón mismo, de las serranías del desierto, de los oasis y me comprometí a cuidar no solamente las pinturas rupestres, sino el entorno natural. Soy muy tenaz y he insistido en que lo principal es la protección. Es una manifestación pictórica sumamente frágil”.
“El acervo de la Sierra de San Francisco es el mejor ejemplo de un plan de manejo y una estrategia de conservación a largo plazo que funciona muy bien. La gente que allí vive son custodios y guías, tienen un control de los recorridos que trabaja de maravilla, hay sitios donde el visitante pernocta y andadores para su mejor contemplación. Solo tiene dos accesos por brecha, eso ha ayudado para vigilar la entrada de visitantes. Los beneficiados son los pobladores, son la primera y más efectiva fila de defensa, ellos lo entienden perfectamente. Me da mucho gusto ver que después de 40 años, ya es la segunda generación que ha tomado el mismo interés de cuidar esta zona donde la gran mayoría de los visitantes son extranjeros”.
“Baja California Sur es una tierra de privilegios. Todos debemos ser custodios de ella. Los tres peregrinajes obligados para conocer la península son visitar: las pinturas rupestres, las misiones y el santuario de la ballena gris”.