Las Manitas

Un sitio para desconectarte de la ciudad, déjate asombrar por el entorno natural y los vestigios de nuestros antepasados.

Para ser prácticos, si buscas en Google Maps “Las Manitas” encontrarás la localización exacta de este lugar al norte de San José del Cabo.

Al llegar al rancho te reciben unos perros que asustan, pero no podrían ser más nobles, a dos de ellos los apodamos “Firulais” y “Solovino”; el primero nos acompañó durante toda nuestra estancia en el fabuloso hotel de mil estrellas.

A la roca gigante la llaman “Las Manitas” y es sobre ella donde veras las pinturas rupestres, huellas de manos de distintos tamaños y líneas largas, algunas marcas miden aproximadamente dos metros de alto. ¿Cómo lograron pintar hasta esta altura? ¿Acaso usarían la popular técnica a camanchi? Estas son las preguntas que me agrada plantear para fomentar la curiosidad y despertar la imaginación.

Foto por Josafat de La Toba

Es interesante pensar que bajo esa misma roca pasaron tanto tiempo los pericúes (también conocidos como Edues o Coras) y que de la misma manera en la que puedes disfrutar del agua del arroyo en tus pies, convivir con tus amigos, y descansar bajo la sombra de enormes zalates, ellos también lo hicieron en armonía con el entorno.

Nada como disfrutar de un día en el arroyo, acampar, vibrar con la naturaleza y contemplar una noche llena de estrellas. Si vas en luna nueva, podrás distinguir la vía láctea, si acampas en luna llena podrás contemplar tu entorno iluminado, ambas son oportunidades asombrosas, más con cámara y tripié.

Es toda una hazaña hacer una fogata, te reto a hacerla con las chispas de las rocas al golpearlas, aun no aprendo a hacerlo, pero algún día lo haré, mientras tanto continuaré ayudándome de los siempre efectivos cerillos. La clave para encenderla está en colocar pequeñas hojas o pasto seco, después añadir de chico a grande los troncos.

Personalmente no conozco muchos tipos de árboles y escogí algunos que desprendían demasiado humo, tal cual una escena de caricatura, a donde nos movíamos el humo nos seguía. Todo forma parte de la aventura, así como ciertas arañas patonas, aparentemente no venenosas, que se acercaban a la casa de campaña. Les permitimos merodear todo lo que quisieran… ¡claro, fuera de la tienda! Como dice mi nuevo verso, hombre precavido no termina en el hospital…

Foto por Josafat de La Toba

Así nuestro campamento, lleno asombrosos regalos de la naturaleza, ya quisiera Spotify contar con un playlist para dormir tan agradable como el canto de los sapitos con sonido del agua fluyendo entre las rocas de fondo.

Aunque toda aventura tiene sus sorpresas, y la de aquella noche nos la dio nuestro fiel e inseparable amigo Firulais, quien se empeñó en llevar a cabo su labor de feroz guardián al siguiente nivel: esperó a que estuviéramos instalados dentro de la tienda listos para dormir y ¡entonces comenzó a ladrar! No paro hasta casi las tres de la madrugada, cuando se quedo dormido para después seguir gruñendo y ladrando entre sueños. Tremendo Firulais, en este punto, ¡nos hizo soltar una carcajada!

Finalmente regresó la paz y logramos dormir un par de horas.

Este asombroso sitio es cada vez más popular, si te animas a visitarlo recuerda dar un buen ejemplo para conservarlo sin basura, y por qué no, retribuir al ambiente mientras exploras, teniendo a la mano una bolsa extra para dejar el lugar más limpio de cuando llegamos.

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