Entre San José del Cabo y el poblado de La Playa había un cúmulo de árboles de gran tamaño llamados nacapules. Estaban dispuestos a un lado del camino, sobre una grieta de terracería muy estrecha. Los lugareños comentaban que los nacapules daban miedo pues, por las noches, los automovilistas que pasaban por allí sentían temor por las figuras fantasmales que contrastaban con las ramas y la tenue luz que a veces reflejaba la luna.
Desde lejos podía distinguirse un gran círculo que aparentaba ser un túnel. Lo impresionante era no saber con qué podrías encontrarte del otro lado. Al pasar por el camino las raíces que colgaban de las mismas ramas, cuál ilusión óptica, parecía que se movían y podían atraparte.
Los nacapules se erigen como singulares y majestuosos centinelas en el desierto, con sus troncos retorcidos y ramas enredadas que se extienden hasta el suelo. Son guardianes de la vida, proporcionando hábitats esenciales para muchas especies en las regiones áridas de Baja California Sur.
La leyenda narra que se trata de árboles místicos. Se cuenta que, al pasar por ahí, de repente, podía aparecer algo que colgaba entre las ramas, atrapado entre las mismas enredaderas, pero que al voltear parecía un costal. Desde la distancia, engañosamente, daba la impresión de ser una persona ahorcada.
Otros dicen que una mujer espectral vestida de blanco deambula por la zona. Sufrió un final trágico a manos de un hombre que la secuestró el día de su boda y la llevó a las nacapules, donde acabó con su vida. Se cree que su fantasma deambula en una búsqueda interminable para atormentar y perseguir a su asesino