Bienestar en el hogar

“La historia nos cuenta que Isaac Newton, durante su aislamiento por la peste en 1665, descubrió las bases de la teoría de la gravedad. A su vez, años antes, cuando la cuarentena obligó a los ingleses a modificar sus hábitos y a trabajar desde sus casas (1592-1594), en lugar de debilitarse, el creador de Hamlet, Romeo y Julieta, aprovechó para inspirarse creando poesía; para continuar después, en la segunda peste que le tocó sufrir (1605), con la escritura de dos de sus obras cumbre, Macbeth y El Rey Lear”.

Así como nuestro cuerpo tiene emociones que deben salir y limpiarse, nuestra casa demanda lo mismo. El hacerlo crea un ambiente de tranquilidad interior que permite trabajar en otros aspectos de la vida.

Ahora no hay ninguna excusa para limpiar a fondo cada una de las habitaciones, destinando ropa, utensilios de cocina, juguetes, entre otros, a personas que les sea útiles. El momento es idóneo para crear una atmósfera de paz tanto física como emocional. Por supuesto que el trabajo es extenuante.

La creatividad surgió como una necesidad. Actividades que no había intentado antes o de las cuales tenía el concepto limitado para lograrlas, resultaron en un aprendizaje y buenos resultados. Un ejemplo fue cocinar. Trasladé mi oficina a la cocina; mientras hervía los frijoles o se calentaba el horno, me dedicaba a escribir y atender cuestiones de trabajo. Las recetas salían de mi computadora impulsándome todos los días a cocinar algo diferente.

Además de los altos estándares de higiene que había que cuidar, desde lavar y desinfectar la mercancía comprada, preparar comidas sanas. Pude darle gusto a cada miembro en la familia con necesidades y preferencias distintas. En realidad, y después de largos y agotadores días en donde comía casi parada, aprecié más lo que era recibir un platillo servido en tu mesa. Reconozco mi falta de habilidad para cocinar, sin embargo, el comentario de mis hijos me alentó a seguir: “Mamá, por qué nunca habías cocinado antes, tus platillos son deliciosos” y “no sabíamos que horneabas panqués”.

Mantenerse hidratado era uno de mis propósitos. Siempre me ha inquietado la calidad del agua, y aunque bebemos agua filtrada, decidí adquirir un equipo en donde se produce el líquido vital en forma tan alcalina (11.5/ 9.5/ 9.0/ 8.0/7.0/6.0) como ácida (2.5), según lo requieras. Con este equipo, todos los días preparaba litros de diferentes aguas: para beber, desinfectar, quitar pesticidas, para el cuidado de la piel, para limpiar superficies, remojar los cubiertos, etc. Todo ello repercutió en una menor compra de cloro y otros químicos de limpieza profunda, como el limpia vidrios.

El beneficio de este equipo no solo fue en función de la salud, sino para evitar continuar contaminando el medio ambiente con la huella de carbono que todos emitimos a diario, por ejemplo al comprar tanto artículo de limpieza envasado en plástico. Mis hijos me observaban haciendo combinaciones de agua para todos los usos en envases reciclados de vidrio. No podían creer cómo el mismo líquido transparente, a veces se podía beber y otras estaba destinado para trapear el piso.

Le llamaron “el laboratorio de agua” y ¡así fue como comencé a crear! Con ayuda del líquido vital mezclado con aceites de eucalipto y limón preparé repelente de moscos o producto para limpiar madera. O de manera natural, con el uso de diversas plantas y especias, elaboré tónicos de agua de romero, de canela, etc.

La rutina ha sido algo necesario para que el ser humano tenga seguridad en sí mismo. Cuando salimos de vacaciones solemos perderla, pero este es solo un breve período, al regresar a nuestro hogar nos sentimos reconfortados. Tratamos de apegarnos a horarios para cocinar, hacer ejercicio, trabajar y descansar. Cada uno conforme a sus necesidades y obligaciones planea su día y forja su propia rutina en casa. Ahora, en tiempos de pandemia, todo tiene que hacerse con paciencia sin pensar en mañana, solamente en el hoy, el presente.

Aún sin una vida profesional activa al cien por ciento, se tiene que cumplir con obligaciones y tareas de clientes, colegas y empleados; incluso obligaciones fiscales como el pago de impuestos. Recibos telefónicos, de electricidad, de gas L.P., se deben seguir pagando para obtener los servicios ofrecidos. Por otro lado, hay que mantenerse de pie, dar seguridad a los menores y asimilar todo el estrés generado por las noticias.

Uno de mis pasatiempos favoritos es estar en la biblioteca, herencia de mi abuelo, en parte, y en otra, un proyecto personal. Reúne una colección de libros cubiertos de polvo ávidos por ser sacudidos. Los escritores de los casi 6000 volúmenes, esperando su turno para la limpieza de sus lomos, pensaban, con suerte, los ojos de ella se concentran en nuestro interior y la labor de quitarnos el polvo la entretendrá por más días que la misma cuarentena haciéndola viajar por lugares lejanos.

Ellos sin duda fueron mi refugio: Jane Austen, Rudyard Kipling, Robert Louise Stevenson, Julio Verne, Mario Vargas Llosa, George Orwell, García Márquez, León Tolstói y Daniel Defoe, entre muchos otros, me hicieron olvidar el mundo pandémico mientras me adentraba en otras vidas, historias y dimensiones. Al día 120 de mi encierro podría decir que he convivido con más amigos imaginarios en ese mundo silencioso de las letras que en la vida real. Su compañía me ha obligado estar a su altura, con mi próximo libro a publicar escrito en horas de pandemia.

El resultado de mi día depende de estar organizada, alimentarme bien, pero más que todo, en un buen descanso la noche anterior. He abandonado en absoluto el tiempo de ocio en televisión y noticias, y retomé aquello que me aporta bienestar. Mi agenda ahora incluye actividades que me fortalecen como pasear en la naturaleza y meditar.

El ejercicio cotidiano me mantiene sana, ahora regresé a la práctica del ballet. Caminar y poder sumergirme en el mar es una bendición. Y, lo más valioso, tengo tiempo de conectar con mi interior, a través de la reflexión personal, lo que me hace fuerte mentalmente.

Aprecié de nuevo mi compañía y la belleza de la naturaleza. Siempre he admirado el amanecer, pero ahora confieso que, solo un par de días me he despertado a verlo. Eso sí, no me pierdo el atardecer, ni las sorpresas que el Mar de Cortés nos brinda.

Una ballena brincando, docenas de mantarrayas a la orilla,  flores, abejas, hasta las mismas aves y murciélagos son un espectáculo. Todo el entorno natural, el cual tuvo tiempo de reproducirse sin el acecho del hombre, ha vuelto a hacer que Los Cabos, Baja California Sur se torne, aún más, en un lugar mágico listo para abrir las puertas al mundo.

Aunque nuestro entorno ha cambiado, y la solución esté aún distante, como dice la frase “Mientras haya Vida hay Esperanza” y con ello, este impacto de distanciamiento en la humanidad hará que, en el futuro, estemos más cerca, no en apariencia sino en realidad.

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