La Leyenda: Minachi

Personajes pintorescos hay en todos los lugares, Todos Santos no es la excepción. Hace años el inconfundible Minachi era reconocido por todos los habitantes. Todas las mañanas recorría las casas mendigando un poco de comida, la cual depositaba en una lata, recibía de todo: frijoles, sopa, carne, pescado. Una mezcla que después en su refugio comía. Algunas personas le entregaban monedas que guardaba en bolsitas de manta y luego enterraba.

Su aspecto sucio, tanto en su ropa como en su cuerpo, obligaba a los policías a bañarlo por lo menos cada 15 días. Lo cubrían con ropas donadas por los pobladores. En sus recorridos matutinos murmuraba unas frases en inglés, como para mantener comunicación con un mundo que lo tenía marginado.

Ignacio Domínguez Falcón era su nombre, hijo de Rodolfo Domínguez Montoy, originario de El Triunfo, quien por trabajo cambió su residencia. Minachi creció y estudió en Todos Santos, llevando una vida social tranquila, rodeado de buenos amigos. En plena juventud decidió probar suerte en Hollywood.

Ignacio formó parte de un grupo de bailarines que actuaron en películas musicales. Como sucede con los muchachos latinos de buena presencia tuvo varios amores, entre ellos una mujer a la cual se entregó con el ímpetu de su juventud.

De pronto, sin dar explicación regresó a Todos Santos donde se dedicó a gozar de la vida, vestido todo de blanco no faltaba a las fiestas para exhibir sus dotes de bailarín. Llegó a ser todo un personaje en la zona.

La vida transcurría sin tropiezos para Ignacio. De pronto, de un día para otro, perdió la razón sin que nadie supiera la causa. Dicen que recibió una carta del amor, que al abrirla sus polvos se esparcieron y fueron inhalados por Minachi. Otros suponen que tomó una sobredosis de enervantes y le afectó el sistema nervioso.

Minachi hacía sus recorridos por la mañana y por la tarde nadie lo volvía a ver. Por eso, cuando apareció envuelto en una cobija a mediodía caminando con dificultad la gente temió que algo estuviera mal. En efecto estaba cansado. Murió el 24 de diciembre en plena nochebuena. El sacerdote que le dio los santos óleos opinó: “El Nachito escogió esta fecha para morirse para que nos acordáramos de él”.

Buscadores de tesoros han tratado de encontrar las bolsitas de manta con monedas, eso lo mantiene vivo.

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